El género literario conocido con el nombre de la Crónica encuentra, a los 100 años de la conquista, su expresión más alta en la obra del jesuita Bernabé de Cobo. Su “Historia del Nuevo Mundo” terminada de escribirse alrededor del año 1639, consta de seis grandes volúmenes (Sevilla, 1893). El erudito autor, con larga experiencia en el Perú, dotado de espíritu observador y verdadero cariño por las cosas de la Naturaleza, es uno de los
El Mundo Vegetal de los Antiguos Peruanos
Eugenio Yacovleff y Fortunato L. Herrera 5
precursores de los verdaderos científicos. Conocía y aprovechaba los datos de Oviedo, Polo, Sarmiento, Molina, Acosta, Garcilazo y otros cronistas anteriores.
A la descripción de las plantas están dedicados los libros IV, V, y VI que constan en total de 324 capítulos, cada uno de los cuales corresponde por lo menos a una planta. La descripción es minuciosa y a menudo muy exacta, el autor repara en la aplicación de la planta y sus partes, sobre todo, como medicamento; no omite de apuntar los nombres en quechua y aymara. Además de los resultados de la observación propia, sigue a veces en el texto casi literalmente a Oviedo, sobre todo en los casos de plantas que evidentemente no conocía bien personalmente (Yahutía, Linares, Ñames, etc).
El naturalista Cavanilles, compatriota del padre Cobo, se refiere a sus descripciones de vegetales, en los términos siguientes (1):
…..”Como se proponía describirlos con exactitud, los observaba repetidas veces y en temperaturas muy diversas; y por lo mismo notó que sus tamaños, flores y hasta la forma de sus hojas, solían variar de modo que era muy difícil, cuando no imposible, reconocerlos y determinarlos. Verdad inconclusa y mucho más en aquellos tiempos, en que se ignoraba la existencia, modificaciones y empleo de los órganos sexuales, como igualmente las diversas, bien de constantes formas, de los pericarpios y la fabrica interior de las semillas. También notó que una misma tenia varios nombres en diversas provincias, resultando de aquí, falsas especies en perjuicio de la ciencia y para evitarlo en lo posible, indagó los que tenia cada vegetal en las lenguas quechua y aymara, los que ponía al describirla, añadiendo el sitio en que crecía, sus virtudes y sus usos económicos. Imitó en ésto Cobo, a sus predecesores y coetáneos, mas no en las descripciones. Fueron las de aquellos oscuras y limitadas a la formas de raíces y hojas comunes muchas veces a plantas de diversas virtudes. Las de Cobo, al contario, perspicuas y tan completas, como no se podía exigir de uno que no conocía los sexos ni su oficio. Dio muchas a la verdad diminutas; pero en otras desplegó la fuerza de su genio observador y filosófico y elevando su estilo a una altura antes desconocida, pintó los vegetales con colores tan vivos y caracteres tan sólidos y constantes, que hoy los puede reconocer cualquier botánico. Todas las descripciones de esta naturaleza están marcadas con el sello duradero de la verdad y la más prolija exactitud; y si empleó en hacerlas 40 años, es porque se propuso escribir para la inmortalidad…”
Cavanilles denominó Cobea, en honor del p. Cobo, a un género mejicano de la familia de las Polemoniáceas (9 especies americanas) (2). El hecho de hacer sus estudios el P. Cobo, casi a los 100 años después de la conquista tuvo como consecuencia algunos equívocos en las aseveraciones acerca del origen de las plantas, datos que actualmente se disciernen con los aportes de la arqueología (V. gr. Sobre la chirimoya, la tutuma, etc). En 1650, escribió Vasco de Contreras y Valverde su “Relación de la ciudad del Cuzco...”uno de cuyos capítulos presenta para nosotros interés especial porque trata detenidamente de las plantas medicinales. Con el escrito por unos jesuitas (1703), entramos en el periodo del desarrollo de la verdadera ciencia botánica.
Every villain is a hero in his own mind.